“Burgueses, burgueses tiemblen de miedo
Porque está en la calle el hijo del obrero.”
Cántico estudiantil de las últimas marchas.
Las importantes muestras de movilización y combatividad popular vistas en estos últimos 5 meses sin duda que dan cuenta de lo contrario. Son manifestación de la lucha de clases y no cualquier manifestación puesto que principalmente manifiestan la reproducción de las relaciones sociales en nuestro país mediante la ideología y la preparación para el puesto en el sistema productivo. Es mediante la educación cómo los hijos de los explotados se les introduce la falsa conciencia de seguir siendo explotados y los hijos de los burgueses son preparados para seguir siendo burgueses. Al mismo tiempo la educación es un factor vital dentro de la lucha de clases debido a la transversalidad del sector; existen colegios desde Putre hasta la Antártica. Es por eso que las demandas en este sector adquieren tanta masividad y extensión y amenazan al sistema a pesar de que no ataque directamente al sistema productivo.
Como nada es ajeno a la lucha de clases y a las distintas posiciones en el seno del pueblo y en el núcleo de la clase burguesa, ampliamente presente en las universidades tradicionales, en estos 5 meses hemos visto cómo la lucha de clases y sus distintas posiciones se desarrollan dentro del movimiento y cómo el carácter del Estado se manifiesta en cada una de sus declaraciones.
Sabemos que no se le pueden “pedir peras al olmo” y sin duda que este gobierno difícilmente dará una educación que represente el sentir de las masas populares, pero no por eso se debe caer en la inacción. En algunas ocasiones la dialéctica nos enseña que el fracaso es un triunfo y en esta movilización se debe tener bien claro cuál sería un triunfo.
Seamos claros, una educación popular, de calidad y que no reproduzca las diferencias de clases solo puede ser alcanzada por un Estado al servicio del pueblo y que tienda a la desaparición de las clases sociales (el comunismo) y por ende a la misma desaparición de ese Estado. Y para esto no solo se necesitan marchas masivas con globos multicolores, se necesita una revolución (cuestión que no estamos viviendo como erróneamente piensa Punto Final) de carácter socialista y de eso estamos aún alejados puesto que a pesar de que este movimiento represente un fuerte avance en la lucha de masas el nivel de organización sigue siendo embrionario, moviéndonos más por lo espontáneo que por lo consciente. Ahí está el llamado a todos los que quieran cambiar está realidad de miseria y explotación, a transformar lo espontáneo en conciencia. A pasar de la violencia espontánea a la violencia revolucionaria.
Ese es el peligro que el Estado ve en las movilizaciones y en la criminalización de los sectores más consientes. Se ha intentado apagar la chispa con el adelantamiento de las vacaciones de invierno, con la amenaza de despidos de los trabajadores de la educación para ponerlos en contra de los estudiantes; se ha intentado implementar el programa “salvemos el año escolar” lo que ha tenido como respuesta la no inscripción de miles de secundarios; las amenazas del chanco de Providencia que tuvo como respuesta el fortalecimiento de la unidad entre padres y apoderados y la legitimidad de la radicalización de la lucha de los colegios de esa comuna. Y finalmente el envío del proyecto de esta verdadera nueva ley maldita que criminaliza las tomas, complaciente nuevamente con los intereses del imperialismo que ya comienza ver con resquemor el movimiento chileno al ser un ejemplo para números jóvenes populares del mundo.